Al César lo que es del… ¿y al resto?
Luego de sobrevivir festejos de fin de año y no sufrir mayores percances que una arritmia cardiaca por dar la bienvenida a una nueva década llena de anhelos para la humanidad, sigo recorriendo distintas ciudades acogedoras y civilizadas de Europa, admirando incluso aquellas comarcas rurales aún distantes de adelantos tecnológicos pero con una población capaz de entender, aunque sea de manera intuitiva, el valor de existir con coherencia, desarrollarse con sentido común, convivir en paz y armonía.
Por supuesto que no todos son felices territorios y algunos, incluso, parecen no haber evolucionado socialmente y otros continúan abocados al irracional deterioro aunque parezcan reunir condiciones culturales para salir adelante. Pero no son frenados solo por no estar comprometidos en superar vicisitudes o por una economía caprichosa no favorable por estar adherida a flujos y contingencias colaterales en el ámbito mundial o por intereses de territorios colindantes y de mayor poder bélico, sino por el letargo de sus gobernantes en la toma de decisiones y/o que sean fallidas en criterio o ejecución.