sábado, 28 de noviembre de 2009

Los hermanos Cori: grandes maestros desde niños.

Deysi y Jorge Cori son un par de brillantes jovencitos que deben llenarnos de orgullo y alegría: ambos hermanos acaban de consagrase campeones mundiales de ajedrez en el campeonato realizado en Antalya (Turquía) la semana pasada. Un extraordinario, digno y merecido triunfo, más que suficiente para celebrar y enarbolarlos de gloria.

Pero es mucho más que un alegre acontecimiento para aplaudir un nuevo logro de los brillantes hermanos Cori.

Para quienes hayan o no seguido su accionar desde los difíciles comienzos en los arenales de Villa El Salvador hasta alcanzar rotundas conquistas internacionales, también debiera servir para rescatar anhelos de grandes victorias individuales y colectivas, porque nos ayuda a reflexionar, entender y aceptar, gracias a la admirable capacidad demostrada por ambos hermanos desde muy pequeños, que genéticamente ni culturalmente estamos trastocados como apuntalan las tristes acciones de muchos compatriotas (puliéndose en destacar en lodo personal o intrascendencia histórica aquellos vinculados a la política) y podemos jugar en las grandes ligas, a la par con las naciones más desarrolladas, y que, si realmente lo deseamos y ponemos empeño en ello, tenemos en nuestra idiosincrasia las virtudes necesarias para convertirnos en los mejores del mundo: inteligencia, coraje, pundonor, amor.

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lunes, 16 de noviembre de 2009

¡Mirada al frente, granujas!... ¡Atención!

Atención, sí, atención a la vida, muchacho, porque no puedes basar tu existencia sólo en ignorancia, fanatismo, crueldad, diversión insana: equipo de accesorios negativos estimulados por intereses de grandes empresas vinculadas al negocio del fútbol y aquellas anexas a lucrar de él, que, sin responsabilidad alguna hacia la juventud menos favorecida ni a la sociedad que aquella disfruta de agredir constantemente, han amparado y estimulado el crecimiento de hordas pandilleras para llenar estadios hasta convertirse –por calculada conveniencia de fomentar y/o comerciar con el entusiasmo irracional– en cómplices de su diseminación por calles y ámbitos vulnerables a su peligrosidad, al punto que una de las llamadas "barras bravas" ya cobró la vida de una inocente muchacha, cuya primaria ilusión era seguir esforzándose en estudiar y trabajar por una mejor sociedad para su familia, por nosotros, por ella...

Pero a ella, a María Paola Vargas Ortiz, de escasos 26 años, ya la mataron y algunos de esos miserables hasta se habrán tomado varias chelitas bien heladas recordando la "hazaña" después del partido, después de su acción criminal. Y me preguntó: ¿qué vamos a hacer por esa joven? ¿La dejamos muerta y también nos tomamos una cerveza para pasar el trago amargo y esperamos a que el tiempo borre de nuestras memorias la infamia de su asesinato y así podamos conciliar el sueño antes de que su imagen irrumpa cuestionando nuestra absurda e insensible inercia? No podemos, porque la inacción también nos convierte en cómplices del crimen y de cualquier otro que se cometa, y seríamos tan cobardes y despreciables como esas infelices plagas babosas. Propongo, luego de encontrar y sancionar al/los culpable/s, exigir a las autoridades pertinentes que enfoquen el problema de manera distinta, es decir, sin tanta pusilanimidad, sin tanta aprensión para quienes no se han ganado el derecho de merecer más que nuestro repudio: las patéticas y cobardes nominadas "barras bravas".

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