Lima, la ciudad que anhelamos millones de peruanos y peruanas que aman al Perú.
Lima,
17 de diciembre de 2013
Susana
Villarán de la Puente
Alcaldesa Municipalidad de Lima
Estimada Susana:
Alcaldesa Municipalidad de Lima
Estimada Susana:
Es
imperioso, justo y merecido quitarle poco tiempo a usted y
sacrificar, momentáneamente, la edición de mis novelas para
concederme un respiro y Felicitarla por organizar el 2do Festival de
Artes Escénicas de Lima, las tres semanas más estimulantes de Arte
y Cultura que he tenido desde que empezó el año y que, además, me
permitió liberar a Madre Wilma y hermano Rodrigo (85 y 60 años
respectivamente) de ciertos hábitos cotidianos que suelen tomar
control cuando la edad nos torna menos exigentes o demasiado
tolerantes y la escasa energía nos doblega a la influencia del
ámbito social en que vivimos, como en el caso de la actual Lima,
peligrosa y tozuda, casi irrespirable por el maltrato indolente de un
sistema insensible con los más vulnerables, que sucumben lentamente
al deterioro físico, intelectual, espiritual, sobre todo cuando no
hay personas queridas y confiables cerca para protegerlos de
pertenecer aún a una sociedad impúdica, de valores distorsionados,
con medios de comunicación irresponsables que intentan someternos a
programas mediocres, banales, intrascendentes, bobos, lucrando con la
ignorancia, mofándose de las necesidades de los humildes, mucha
truculencia, morbidez, estupidez, morbo, chisme y mentira, siempre
con vileza y ruindad, concentrados tozudamente en su codicioso
mecanismo organizado de incrementar fortuna, succionando insaciables
al Perú, como si fueran enajenadas sanguijuelas dispuestas a amparar
lo más execrable del espíritu humano, con el único fin de
incrementar capitales personales y de grupos de poder económico, sin
medir consecuencias catastróficas socioculturales.
Muy
triste realidad, señora Susana, pero lo cierto es que cada Navidad
me encuentra más desmoralizado que la anterior con respecto al
futuro sociocultural de mi Nación, pensando en vender
propiedades y liberar a mi familia de tanta mediocridad,
instalándonos en algún territorio acogedor donde obtener calidad de
vida, para la clase popular y/o media, no es una odisea imposible,
descabellada, sino un acto normal, cotidiano, natural, producto de
ser civilizados y valorar la vida, considerar y respetar al prójimo,
como proceso natural de existencia y no una descabellada
aspiración, utópica, imposible, como lo es para la mayoría de mis
paisanos que sobreviven una ciudad caótica, caprichosa y engreída,
regida por malos hábitos y absurda necedad. Por eso, y por mucho
más, el Festival de Artes Escénicas de Lima fue extraordinario, un
maravilloso oasis en el desierto y pudimos, los privilegiados que
participamos de él, saciarnos como si FAEL fuera un antídoto para
el envenenamiento existencial, elixir para curar el deterioro
espiritual al que nos someten los que tienen control de Lima y
ayudarnos a contrarrestar la ignominia circundante que se expande
putrefacta como miasmas salidas de cloacas del espíritu para
llevarnos con ellas, ahogarnos con su nefasto e inmundo hedor.
El
último fin de semana, desde la media mañana, mientras caminábamos
el mágico y misterioso Centro de Lima y sus ramificaciones y
visitaba galerías, parques, museos, cafeterías... con Madre Wilma y
hermano Rodrigo, me preguntaba, ¿podremos vencer algún día?
¿Entenderemos, orgullosos y lúcidos, el significado de ser peruano?
¿Podremos sentirnos como mosqueteros al servicio de una causa noble
y justa, digna y comprometida, uno para todos y todos para uno?
Digamos: Lima, ciudad jardín que anhelamos, querida tierra donde
nacimos y/o que amparó migración de compatriotas y extranjeros, eres bella,
ordenada, tolerante, limpia, segura, alegre, cordial, amiga, comprometida,
sensata, segura, risueña, progresista, innovadora, creativa, bonita,
confiable, florida, culta, moderna... Utópico anhelo. Ilusión
romántica. Sensiblería dominguera. Visión idílica de gente
educada. ¿En qué cabeza lúcida puede crearse un castillo de
esperanza si el estiércol abunda por doquier y ninguna de esas
virtudes mencionadas para una ciudad que ha sido tomada por un puñado
de truhanes, por personas sin principios ni sensibilidad, sin más
identidad que su servicio impúdico al dinero?
Esa es
la verdad, mi querida Lima se ha convertido en la prostituta mal
pagada de los depredadores de turno, pienso, bastante conmovido,
sentado en una de las bancas de la Plaza Central, donde la pobreza
asalta por doquier y madre me pide un sol para tal o cual persona y
yo respondo con miserable limosna a los menos favorecidos pero
descendientes de Lima, Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato
del Perú y la ciudad más importante de América del Sur desde su
fundación, 18 de enero de 1535, descubrimiento al bramido del río
Rímac, piar de gaviotas, vitales graznidos, convirtiéndonos en
nuevos gritos y horror de demenciales catacumbas de fanática Santa Inquisición,
ciudad que fue admirada por reyes y reinas, erigida por ambición,
con indios libres y hasta ahora convertidos esclavos, nunca de
hombres y mujeres más felices del Planeta. Nunca, según
historiadores. Teniendo todo para que Lima sea ciudad modelo del
mundo, hemos permitido que la conviertan en una patética caricatura
de lo que debe ser un ciudad cosmopolita.
¿Es
posible llegar a construir una ciudad modelo que nos llene de
orgullo? ¿Algún día veremos un programa de National Geographic,
horario estelar, donde hablen reconocidos antropólogos, sociólogos,
arqueólogos, historiadores, economistas, teólogos, chamanes,
curanderos, brujas... de la fantástica y misteriosa y veloz
evolución del pueblo peruano hacia la modernidad? ¿Usted que
piensa? Sí, yo pienso igual que usted. Pero muchos están
convencidos que no, que Lima y el Perú no tienen arreglo y debemos
conformarnos con sobrevivir de la mejor manera posible, sin
comprometernos con los demás porque a nadie le interesa, quita
tiempo, concede malestares, dolor de cabeza (demasiado riesgo
enfermarse en un territorio donde abunda la medicina adulterada);
conformémonos con que el turismo doméstico y mundial nos venga a
visitar por millones, inflemos pecho, tengo el orgullo de ser peruano
y soy feliz, de haber nacido en esta tierra del Sol... sin que interese los miles de turistas asaltados,
violados, maltratados, abusados, timados, estafados..., también de
muchas maneras por empresas que ofrecen distintos paquetes de
bienvenida al turista pero sin un control de calidad en el servicio
que brindan, o por nuestros simpáticos funcionarios públicos que,
sin coima, no escuchan ni proceden y son capaces de dilatar acciones
simples, para sacar mas plata al incauto, que acepta sin denunciarlo.
¿Por
qué no cooperan los turistas con la policía y prefieren convertirse
en cómplices del descalabro de Lima? Porque la mayoría llega a nuestra
ciudad para tener recuerdos gratos e irse a tomar unos fantásticos e
insuperables pisco sours al Bolívar, preparar el espíritu Noche de
Rumba en el Centro de Lima, como el caso de este gringo venido de Nueva
York, Mr. J.R. Smith, ejecutivo de mercadeo de unas de las 500 Fortune,
dos semanas de vacaciones y le queda solo una antes de retornar al terno azul, rigor formal y ahora, bebido, aleteando como gallinazo
hambriento a la orilla del río Rímac, intenta danzar un festivo y
seductor Huaylas, ¡que linda mi cholita peruanita!, exclama feliz,
gracias a que sí, paisana linda, cachetes sonrosados, piernas
robustas, pechos turgentes, parece del Valle del Mantaro, no del Cuzco como todos creen
oriundos son pero el gringo sabe, no es la primera vez que nos visita
y disfruta de pasajeros amores andinos, ay, le hierbe su sangre
texana mientras su nuevo amor, mi princesita india y con la que ha
decidido casarse, le canta al oído, tierna y sensual, demasiado profesional, lengüeteadas de perra en celo andina, sin saber Mr. Smith que pronto quizá
estire la pata porque la futura madre-esclava de sus cinco hijos, si
lo acepta, realmente es limeña, recién salida de la cárcel, nadie
la contrata para honesto trabajo y vuelve a su viejo oficio de puta y
pepera peligrosa, ahora dejando a su nueva víctima estrellado con la
realidad, habitación miserable de hotel sin estrellas y no el
magnífico Sheraton en que hospedó sus anhelos de ascenso y adonde
llega, para estupefacto de anfitriones y turistas del globo,
completamente calato luego de su agitada noche de farra, que le
costará el puesto y la real esposa.
Muy penoso... Pero es gringo, ¡God Bless America!, no le doblegan el
espíritu tan fácilmente, perteneció al club Mickey Mouse, ha
llegado a la Luna, inventado el teléfono, diseñado el automóvil, el tren, aviones, la Coca
Cola, una notable mujer negra, Oprah Winfrey, es la mujer más
poderosa de la TV y la de mayor influencia, comparable al descendiente de esclavos africanos, Barack
Obama, su gran presidente y él, libre después de muchos años,
parte hacia fin de semana mágico y misterioso, místico y
metafísico, en Cuzco y Machupichu, la primera y octava maravilla del
mundo, en busca de aventura y de su nuevo gran amor, princesa o plebeya, para comer su ceviche y armarse una jalea en el rincón de las cuatro perillas, siempre que un
huaico no lo deje varado por días y nadie coordine un rescate
organizado al tren paralizado porque es fin de semana y la gente anda
zampada, sin ganas de rescatar otro turista pelotudo que agradece
nervioso al periodismo chicha que quiere ahondar en detalles,
truculentos preferibles, aunque sean inventados y salta por la
ventana, calle y futuro, es gringo, no puede con su genio ni con su
lista de lugares por conocer, como la bella Arequipa, suena lindo y más linda
su gente, hermoso Valle de Majes, tomando chicha de jora, chupe de
camarones, chicharrón, queso paria, ocopa, malaya, adobo...,
cuidando que no le caiga la noche en la picantería y suba al taxi
equivocado, terminando cadáver, aunque sea gringo, antes de llegar
al Jorge Chávez y ponerse a salvo del Perú.
Así de
bravo? Así, y peor mi estimado. ¿Y cuándo se fue al carajo el
Perú? El Perú no, señor Savalita. El Perú es maravilloso. Los
peruanos somos los enmierdados. Disculpe, señora Susana, pero los
eufemismos no caben para ubicar verdades y lo peor y más grave, creo
que aún continúa el proceso morboso de ensañamiento con su víctima
favorita: Lima. Mis paisanos no han terminado de depredarla y estoy
seguro de que no se detendrán ni cuando nuestra ciudad sea solo un
montón de carroña, festín inesperado para los ahora convertidos en
hienas, cuervos, aves de rapiña, no pararán hasta esfumarle todas
las esperanzas de que Lima se convierta en una gran ciudad, el
corazón vigoroso de un gran país. Muy triste, pienso, trato de
entender cuándo empezó, y deduzco que la sociedad peruana se empezó
a derrumbar cuando el peruano olvidó que era peruano. Premisa
trágica, digna de la pluma de William Shakespeare, con la que no
tenemos salvación.
Aunque
siempre queda ser pragmáticos y vender el país a los extranjeros,
que valoran mucho más nuestra patria y por eso están dispuestos a
todo por anclarse a sus entrañas, inyectar grandes inversiones para
obtener magníficos beneficios que serán reinvertidos donde les dé
la gana pero no donde hay más pobreza en Perú. Síntoma muy similar
al de capitales peruanos, tan insensibles a las necesidades y al
dolor del prójimo. Miles de millones de dólares de inversión
extranjera y peruana, y millones de compatriotas -niños, jóvenes,
adultos, ancianos- se mueren lentamente. Grandes corporaciones
extranjeras y peruanas lucrando con nuestra Tierra y los niños de
nuestra patria se mueren por friaje, hambre, desnutrición, abandono,
enfermedades, desidia, indolencia, maltrato... Es de una vileza e infamia
despreciable. Somos títeres trágicos de nuestra falta de carácter.
De un país
con memoria solo para el fútbol, qué puede esperarse. ¿Acaso no es una paradoja
patética, triste, absurda, vergonzosa, permitir que Chile, luego de
vejar y depredar por años Lima y sus habitantes, tras vencernos en
la Guerra del Pacífico, sea considerado el mejor candidato para
volver a conquistarla, a saquearla, a vejarla, en el siglo XXI, y que
los peruanos lo permitan? Deplorable, indignante, vergonzoso. La venta de mercados Wong es una mofa para los peruanos; una morisqueta de antiguos patriotas convertidos en miserables oportunistas coludidos con el enemigo para satisfacer aspiraciones materiales. Pero no me malinterprete, la
xenofobia no es un defecto que padezco; más bien, disfruto mucho de
conversar, involucrarme, ayudar de distintas maneras a turistas del mundo y sin
embargo, hay aspectos de nuestra Historia que no puedo olvidar ni el
Estado no considerar cuando se toman decisiones que afectan la
Dignidad de nuestra Nación. Es una tragedia no
valorar ni proteger la vida de nuestros compatriotas más vulnerables
y es vergonzoso estar más concentrados en otorgar las condiciones
propicias para que sigan robando nuestro país a zarpazos, de manera
indigna y vergonzosa.
Me
apena y me llena de ira también el sacrificio de Miguel Grau,
Francisco Bolognesi, Leoncio Prado, Alfonso Ugarte, Los Cabitos...
¡Qué desperdicio! Personas extraordinarias que concedieron lo mejor
de sí, que sacrificaron sus vidas para concedernos un legado de
honra y orgullo peruano, olvidadas en la mesa de negociaciones.
¿Entonces qué es lo que cuenta cuando se toma decisiones
individuales o de Estado? ¿Acoplarse vilmente a un sistema de
repartija donde el billete en cuentas del Caribe es el estímulo
principal, donde la carne no es para nuestra patria, mucho menos para
quienes le dedican mucho esfuerzo desde al alba, cosechando la
tierra, trabajando la fábrica, sirviendo la empresa, los Alí Babá
peruanos, con la diferencia que ninguno tiene posibilidad de vencer a
los ladrones, que son más de cuarenta y siempre les dejarán más
que el hueso al socio principal: Perú? Me disgusta esta manera
disfuncional del estado peruano, que, lamentablemente, ha aprendido
lo peor de los sistemas modernos y democráticos del mundo, no lo
mejor, y hace lo indecible para perder, no para ganar. El Estado
decide ser esclavo de su mediocridad. Probablemente no sabe cómo,
dicen algunos y yo refuto: debiera ser más fácil si otros ya lo han
logrado. ¡Claro que lo es! Pero hay que ser humilde para conquistar
grandeza. Es simple, pero el Estado Peruano, los Poderes Ejecutivo,
Legislativo, Judicial, y principalmente el Poder Económico y el
llamado Cuarto Poder (cierta prensa escrita, y la mayoría de medios de comunicación de Radio y TV),
prefieren seguir en la mediocridad, mirando al mundo civilizado con
envidia y crítica pero haciendo lo indecible para distanciarnos de
convertirnos en primer mundo, como auspiciar programas de TV que destruyen conceptos del significado de familia y valores alturados, llenando los hogares de mentiras, truculencias, manipulando la ignorancia.
Parece
patológico: nos encanta martirizarnos, maltratarnos, aborrecernos,
envidiarnos, obstaculizarnos... Somos nuestro peor enemigo, el más
constante y arrasador. ¿Será un asunto genético-sociocultural
irreversible? Espero que no. ¿Acaso psicológico? Incómoda sensación de preferir
sentirse extranjero para disfrutar sin remordimiento la propia
tierra. Demasiado valiosa para nosotros, y como no la
merecemos, saboteamos constantemente todo aquello que pudiera ayudar
a construir un mejor país. Waterloo de Sigmund Freud. Nos hemos
forjado en la incapacidad de abrazarnos a nuestra tierra, de manera
natural, como el hijo a su madre. La sensación que tengo cuando
hablo con personas de distinta condición económica y social es que
los peruanos -inculcados o condicionados por los medios de comunicación- no se sienten
merecedores de tanta tierra fecunda, misteriosa, salvaje,
encantadora... y por eso fugan o sueñan en escapar a lugares
maravillosos donde -tienen la esperanza al menos- encontrarán
reciprocidad sus esfuerzos.
Muy
cierto y aunque es muy duro cuando uno viaja en condiciones de paria,
la recompensa de estar rodeado de modernidad y sensatez ya es un
paliativo para el dolor. Lo sé por experiencia personal. A finales
de los ochenta tuve que alejarme de mi tierra y ahora, gracias a
mucho esfuerzo, constancia, sacrificio, me es sumamente fácil
disfrutar de ella con absoluta Libertad, tanto como de todos los
territorios que me puedan parecer estimulantes en el mundo y así
subirme a un avión, primera clase, lejos de la doméstica, no preocupado por si me arrugan
el Giorgio Armani, sino que detesto escuchar comentarios trillados o
que un tonto -que cree ser muy simpático porque tiene la lengua
suelta de trago- intente contarme lo ultimito de la farándula
limeña, la más ordinaria y huachafa, la más patética, Tongo y la
Paisana Jacinta se casan, y ya no para escapar de la hecatombe sino para ir a
disfrutar vida sin tanta necedad en cualquier parte del mundo. Pero
la última vez consideré volver a radicar en el extranjero, olvidarme de
cuánto amo a mi patria, empezar una nueva vida. Tenía la decisión.
Nueva York era el destino. Espléndida manifestación del espíritu
humano en su nivel más alto de excelencia: Arte, Música, Cultura,
Museos, Teatros, Galerías, Parques... por doquier, en una
multicultural, intensa e iconoclasta ciudad.
El plan
estaba diseñado y dinero ya no es un inconveniente como antes.
Parece un tango de Carlitos Gardel: adiós muchachos y muchachas compañeros de mi
vida, barrios queridos de aquellos tiempos y que tendré que
acostumbrarme a guardar en el corazón... agitado, últimos compases del alma,
admirando el entorno limeño, parado en el malecón de
Magdalena del Mar, por la conocida Pera del Amor, cerca por donde
vivo, observando desde el acantilado el amplio océano, cerré los
ojos, abrí los sentidos y tuve una visión, una extraordinaria, clarísima, que me embargó de gozo, retorné a casa y decidí esconder
mi pasaporte y el de Madre Wilma y de mi hermano Rodrigo, porque la
visión recobró la esperanza de que aún podemos recuperar nuestra
nación, una para todos los peruanos, siempre que tomemos algunas
decisiones sensatas. Por supuesto que podemos levantar la
idiosincrasia del peruano a un lugar de Honor y no de Horror, de
Dignidad, no de Vergüenza, de Amor por el prójimo y no de
intransigentes odios históricos, producto de la desinformación o
comprensión equívoca. Tiene que pasar. Tenemos que lograrlo. De lo
contrario, volveré a despegar hacia un mundo menos bárbaro y optar
por una salida más fácil, como dicen algunos. ¿Fácil? Olvidarme
de mi país y observar su fracaso sociocultural a la distancia, una
especie de vouyerismo pernicioso pero saludable para quienes no somos
parte del deterioro, no es nada fácil, se lo aseguro. Estar lejos de
lo que uno más ama es un drama y no quiero volver a vivirlo, al
menos que no tenga salida.
Para
terminar, nuevamente mis más sinceras Felicitaciones, alcaldesa
Susana Villarán, extendiendo las mismas a sus asesores por intentar
satisfactoriamente sustraer a Lima de la barbarie y mediocridad en
que se ha sumergido por décadas. El Festival de Artes Escénicas de
Lima simplemente es lo mejor que le puede suceder a nuestra ciudad,
que languidece en ignominia, banalidad, necedad, e ignorancia. Ahora
el reto es encontrar la fórmula para prolongar la efervescencia
cultural el resto del año, y por doquier. Para eso necesitamos un
Estado comprometido con la evolución sociocultural y el nuestro no
destaca por ello, lamentablemente -salvo esporádicas muestras de
excelencia como el extraordinario espectáculo de música y danza
folclórica que aprecié con Madre, el sábado en la noche, en el
patio del Palacio de Gobierno- pues no termina de entender que la
única salvación que tenemos como sociedad -incapacitada de
desarrollarse de manera coherente y civilizada- atrapada en la necia
inercia existencial, aspire a evolucionar intelectualmente y
modernizarse, es intensificar la promoción, difusión y apoyo de las
Artes y Cultura en general.
Imagínese
que eso suceda, que el presidente Ollanta Humala, su esposa Nadine,
hombre y mujeres de confianza del régimen, decidan apoyar las Artes
y la Cultura. Con un panorama así, el cielo es el límite. Un
compromiso de esa índole sería un paso gigante hacia adelante, uno
que uniría a casi treinta millones de compatriotas. Un pueblo que no
entiende su riqueza cultural está en conflicto constante con su
pasado, frustrado con su presente, a la deriva con su futuro. Aquel
pueblo que está incapacitado de entenderse, nunca podrá surgir de
manera civilizada porque desconoce cuáles son los "defectos"
de la mente y del espíritu que lo afligen y lo impulsan a actuar con
tanta incoherencia y necedad improductiva. ¿Cómo podrían
confrontar su pésimos hábitos si ni siquiera entienden las causas?
El Perú
y los peruanos tenemos una oportunidad para resolver nuestros
conflictos y fijar rumbo hacia un horizonte prometedor, siempre
libres, siempre unidos. No es tan complicado cuando se tiene ubicado
y claro el problema: solo queda usar nuestros mejores recursos o
aquellos que, de una manera práctica y creativa, nos sirva para
resolverlo. Pienso que, con decisión, esfuerzo, constancia, y mucho
cariño, priorizando todo aquello que nos une, no que nos confronta,
divide y doblega, sin mantenernos cínicos, inertes o pusilánimes
hacia esta debacle, podríamos cambiar nuestro destino de desastre
sociocultural, les iba explicando a madre Wilma, sentada en su
silla-cross (silla de ruedas acondicionada por mi artesanal taller
personal para que resista prolongadas odiseas cotidianas), y hermano
Rodrigo (Ing. Mecánico, agotado de cargar 150 kg, pero lúcido, recitando a José Santos Chocano, impresionante, pues sigue reponiéndose aún de haber estado meses en
coma), mientras avanzábamos por la Alameda de Chabuca -bastante
derruida- que parecía vigorizarse de lo que escuchaba, como nosotros
de lo que veíamos y leíamos luego, cuando llegamos a la antigua
estación de Desamparados para deleitarnos con el universo Literatura
y un café al costado de los rieles y ojalá llegue el tren y
encontremos dentro paisanos felices, choclo con queso, antes de
proseguir hacia el Jirón de la Unión, rumbo al Museo de Arte, para
experimentar Danza, "Preparatio Mortis", con la estupenda
Anabelle Chambon, belga iconoclasta, que intensificó minutos de
oscuridad, hasta que la explosiva rutina de la bailarina dejó
atónitos todos.
Luego,
pasada la convulsión de aquella intensa experiencia artística,
seguimos nuestro peregrinaje y yo continuaba explicándoles la visión
que había tenido, incluso a papá Rodrigo, el que más me escucha
desde que murió cuando yo tenía ocho años, ya por la Av. Arequipa,
que nos ampara con recuerdos de Madre y Padre, jóvenes y
enamorados a primera vista, cuadra 24, árboles frondosos, testigos
de antaño, aún protegen dónde conocieron el Amor, donde Wilma
caminó por encima de de la capa de su cadete para no humedecer pies
delicados y porque así es el amor y así somos los peruanos, principalmente los
románticos, les dije pero ellos ya tenían hambre y sed, suficiente,
Jorge, más de 7 kilómetros de caminata por doquier, como colonos,
¿acaso somos la Familia Ingalls?, dijo madre, agotada, mencionando
su serie favorita y la mía, pero luego de doce horas de
exposición-conversación, estuvieron de acuerdo en que era posible y
que si queremos podemos lograr que Lima sea la envidia del Mundo y no
la cloaca de un puñado de miserables y lo único que tenemos que hacer es... ¡carambas!, ya pasé las
6 AM, me anuncian pajarillos festivos y hambrientos, tengo que ir a
caminar mi ciudad para participar de un evento mágico que nadie
podrá quitarme jamás, ¡ah, sublime paso de la noche al día!, escuchar
susurros del mar, luego descubrirlo, inmenso, lleno de esperanzas,
por el malecón y preparar, mentalmente primero, la próxima carta,
intentaré una más profunda y como soy una persona considerada, le
advierto, estimada y admirada alcaldesa Susana Villarán, que la
próxima no será un "escrito escueto" como el presente, demandará
todo el rigor de mi creatividad, porque amo a mi patria y a mis
paisanos y tengo que explayarme antes de que el sentido común
imponga cordura y nos suba al avión, a mi familia en pleno, pasada
la Navidad, para alejarnos por siempre.
Aprovecho
para desearle a usted y a todos los peruanos, una Feliz Navidad, un
gran Año Nuevo y, sobre todo, paz, unión, consideración, respeto, cariño...
entre peruanos.
Atentamente,
Jorge
García Bustamante
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