martes, 17 de diciembre de 2013

Lima, la ciudad que anhelamos millones de peruanos y peruanas que aman al Perú.


Lima, 17 de diciembre de 2013

Susana Villarán de la Puente
Alcaldesa Municipalidad de Lima

Estimada Susana:

Es imperioso, justo y merecido quitarle poco tiempo a usted y sacrificar, momentáneamente, la edición de mis novelas para concederme un respiro y Felicitarla por organizar el 2do Festival de Artes Escénicas de Lima, las tres semanas más estimulantes de Arte y Cultura que he tenido desde que empezó el año y que, además, me permitió liberar a Madre Wilma y hermano Rodrigo (85 y 60 años respectivamente) de ciertos hábitos cotidianos que suelen tomar control cuando la edad nos torna menos exigentes o demasiado tolerantes y la escasa energía nos doblega a la influencia del ámbito social en que vivimos, como en el caso de la actual Lima, peligrosa y tozuda, casi irrespirable por el maltrato indolente de un sistema insensible con los más vulnerables, que sucumben lentamente al deterioro físico, intelectual, espiritual, sobre todo cuando no hay personas queridas y confiables cerca para protegerlos de pertenecer aún a una sociedad impúdica, de valores distorsionados, con medios de comunicación irresponsables que intentan someternos a programas mediocres, banales, intrascendentes, bobos, lucrando con la ignorancia, mofándose de las necesidades de los humildes, mucha truculencia, morbidez, estupidez, morbo, chisme y mentira, siempre con vileza y ruindad, concentrados tozudamente en su codicioso mecanismo organizado de incrementar fortuna, succionando insaciables al Perú, como si fueran enajenadas sanguijuelas dispuestas a amparar lo más execrable del espíritu humano, con el único fin de incrementar capitales personales y de grupos de poder económico, sin medir consecuencias catastróficas socioculturales.

Muy triste realidad, señora Susana, pero lo cierto es que cada Navidad me encuentra más desmoralizado que la anterior con respecto al futuro sociocultural de mi Nación, pensando en vender propiedades y liberar a mi familia de tanta mediocridad, instalándonos en algún territorio acogedor donde obtener calidad de vida, para la clase popular y/o media, no es una odisea imposible, descabellada, sino un acto normal, cotidiano, natural, producto de ser civilizados y valorar la vida, considerar y respetar al prójimo, como proceso natural de existencia y no una descabellada aspiración, utópica, imposible, como lo es para la mayoría de mis paisanos que sobreviven una ciudad caótica, caprichosa y engreída, regida por malos hábitos y absurda necedad. Por eso, y por mucho más, el Festival de Artes Escénicas de Lima fue extraordinario, un maravilloso oasis en el desierto y pudimos, los privilegiados que participamos de él, saciarnos como si FAEL fuera un antídoto para el envenenamiento existencial, elixir para curar el deterioro espiritual al que nos someten los que tienen control de Lima y ayudarnos a contrarrestar la ignominia circundante que se expande putrefacta como miasmas salidas de cloacas del espíritu para llevarnos con ellas, ahogarnos con su nefasto e inmundo hedor.


El último fin de semana, desde la media mañana, mientras caminábamos el mágico y misterioso Centro de Lima y sus ramificaciones y visitaba galerías, parques, museos, cafeterías... con Madre Wilma y hermano Rodrigo, me preguntaba, ¿podremos vencer algún día? ¿Entenderemos, orgullosos y lúcidos, el significado de ser peruano? ¿Podremos sentirnos como mosqueteros al servicio de una causa noble y justa, digna y comprometida, uno para todos y todos para uno? Digamos: Lima, ciudad jardín que anhelamos, querida tierra donde nacimos y/o que amparó migración de compatriotas y extranjeros, eres bella, ordenada, tolerante, limpia, segura, alegre, cordial, amiga, comprometida, sensata, segura, risueña, progresista, innovadora, creativa, bonita, confiable, florida, culta, moderna... Utópico anhelo. Ilusión romántica. Sensiblería dominguera. Visión idílica de gente educada. ¿En qué cabeza lúcida puede crearse un castillo de esperanza si el estiércol abunda por doquier y ninguna de esas virtudes mencionadas para una ciudad que ha sido tomada por un puñado de truhanes, por personas sin principios ni sensibilidad, sin más identidad que su servicio impúdico al dinero?

Esa es la verdad, mi querida Lima se ha convertido en la prostituta mal pagada de los depredadores de turno, pienso, bastante conmovido, sentado en una de las bancas de la Plaza Central, donde la pobreza asalta por doquier y madre me pide un sol para tal o cual persona y yo respondo con miserable limosna a los menos favorecidos pero descendientes de Lima, Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú y la ciudad más importante de América del Sur desde su fundación, 18 de enero de 1535, descubrimiento al bramido del río Rímac, piar de gaviotas, vitales graznidos, convirtiéndonos en nuevos gritos y horror de demenciales catacumbas de fanática Santa Inquisición, ciudad que fue admirada por reyes y reinas, erigida por ambición, con indios libres y hasta ahora convertidos esclavos, nunca de hombres y mujeres más felices del Planeta. Nunca, según historiadores. Teniendo todo para que Lima sea ciudad modelo del mundo, hemos permitido que la conviertan en una patética caricatura de lo que debe ser un ciudad cosmopolita.

¿Es posible llegar a construir una ciudad modelo que nos llene de orgullo? ¿Algún día veremos un programa de National Geographic, horario estelar, donde hablen reconocidos antropólogos, sociólogos, arqueólogos, historiadores, economistas, teólogos, chamanes, curanderos, brujas... de la fantástica y misteriosa y veloz evolución del pueblo peruano hacia la modernidad? ¿Usted que piensa? Sí, yo pienso igual que usted. Pero muchos están convencidos que no, que Lima y el Perú no tienen arreglo y debemos conformarnos con sobrevivir de la mejor manera posible, sin comprometernos con los demás porque a nadie le interesa, quita tiempo, concede malestares, dolor de cabeza (demasiado riesgo enfermarse en un territorio donde abunda la medicina adulterada); conformémonos con que el turismo doméstico y mundial nos venga a visitar por millones, inflemos pecho, tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz, de haber nacido en esta tierra del Sol... sin que interese los miles de turistas asaltados, violados, maltratados, abusados, timados, estafados..., también de muchas maneras por empresas que ofrecen distintos paquetes de bienvenida al turista pero sin un control de calidad en el servicio que brindan, o por nuestros simpáticos funcionarios públicos que, sin coima, no escuchan ni proceden y son capaces de dilatar acciones simples, para sacar mas plata al incauto, que acepta sin denunciarlo.

¿Por qué no cooperan los turistas con la policía y prefieren convertirse en cómplices del descalabro de Lima? Porque la mayoría llega a nuestra ciudad para tener recuerdos gratos e irse a tomar unos fantásticos e insuperables pisco sours al Bolívar, preparar el espíritu Noche de Rumba en el Centro de Lima, como el caso de este gringo venido de Nueva York, Mr. J.R. Smith, ejecutivo de mercadeo de unas de las 500 Fortune, dos semanas de vacaciones y le queda solo una antes de retornar al terno azul, rigor formal y ahora, bebido, aleteando como gallinazo hambriento a la orilla del río Rímac, intenta danzar un festivo y seductor Huaylas, ¡que linda mi cholita peruanita!, exclama feliz, gracias a que sí, paisana linda, cachetes sonrosados, piernas robustas, pechos turgentes, parece del Valle del Mantaro, no del Cuzco como todos creen oriundos son pero el gringo sabe, no es la primera vez que nos visita y disfruta de pasajeros amores andinos, ay, le hierbe su sangre texana mientras su nuevo amor, mi princesita india y con la que ha decidido casarse, le canta al oído, tierna y sensual, demasiado profesional, lengüeteadas de perra en celo andina, sin saber Mr. Smith que pronto quizá estire la pata porque la futura madre-esclava de sus cinco hijos, si lo acepta, realmente es limeña, recién salida de la cárcel, nadie la contrata para honesto trabajo y vuelve a su viejo oficio de puta y pepera peligrosa, ahora dejando a su nueva víctima estrellado con la realidad, habitación miserable de hotel sin estrellas y no el magnífico Sheraton en que hospedó sus anhelos de ascenso y adonde llega, para estupefacto de anfitriones y turistas del globo, completamente calato luego de su agitada noche de farra, que le costará el puesto y la real esposa.

Muy penoso... Pero es gringo, ¡God Bless America!, no le doblegan el espíritu tan fácilmente, perteneció al club Mickey Mouse, ha llegado a la Luna, inventado el teléfono, diseñado el automóvil, el tren, aviones, la Coca Cola, una notable mujer negra, Oprah Winfrey, es la mujer más poderosa de la TV y la de mayor influencia, comparable al descendiente de esclavos africanos, Barack Obama, su gran presidente y él, libre después de muchos años, parte hacia fin de semana mágico y misterioso, místico y metafísico, en Cuzco y Machupichu, la primera y octava maravilla del mundo, en busca de aventura y de su nuevo gran amor, princesa o plebeya, para comer su ceviche y armarse una jalea en el rincón de las cuatro perillas, siempre que un huaico no lo deje varado por días y nadie coordine un rescate organizado al tren paralizado porque es fin de semana y la gente anda zampada, sin ganas de rescatar otro turista pelotudo que agradece nervioso al periodismo chicha que quiere ahondar en detalles, truculentos preferibles, aunque sean inventados y salta por la ventana, calle y futuro, es gringo, no puede con su genio ni con su lista de lugares por conocer, como la bella Arequipa, suena lindo y más linda su gente, hermoso Valle de Majes, tomando chicha de jora, chupe de camarones, chicharrón, queso paria, ocopa, malaya, adobo..., cuidando que no le caiga la noche en la picantería y suba al taxi equivocado, terminando cadáver, aunque sea gringo, antes de llegar al Jorge Chávez y ponerse a salvo del Perú.

Así de bravo? Así, y peor mi estimado. ¿Y cuándo se fue al carajo el Perú? El Perú no, señor Savalita. El Perú es maravilloso. Los peruanos somos los enmierdados. Disculpe, señora Susana, pero los eufemismos no caben para ubicar verdades y lo peor y más grave, creo que aún continúa el proceso morboso de ensañamiento con su víctima favorita: Lima. Mis paisanos no han terminado de depredarla y estoy seguro de que no se detendrán ni cuando nuestra ciudad sea solo un montón de carroña, festín inesperado para los ahora convertidos en hienas, cuervos, aves de rapiña, no pararán hasta esfumarle todas las esperanzas de que Lima se convierta en una gran ciudad, el corazón vigoroso de un gran país. Muy triste, pienso, trato de entender cuándo empezó, y deduzco que la sociedad peruana se empezó a derrumbar cuando el peruano olvidó que era peruano. Premisa trágica, digna de la pluma de William Shakespeare, con la que no tenemos salvación.

Aunque siempre queda ser pragmáticos y vender el país a los extranjeros, que valoran mucho más nuestra patria y por eso están dispuestos a todo por anclarse a sus entrañas, inyectar grandes inversiones para obtener magníficos beneficios que serán reinvertidos donde les dé la gana pero no donde hay más pobreza en Perú. Síntoma muy similar al de capitales peruanos, tan insensibles a las necesidades y al dolor del prójimo. Miles de millones de dólares de inversión extranjera y peruana, y millones de compatriotas -niños, jóvenes, adultos, ancianos- se mueren lentamente. Grandes corporaciones extranjeras y peruanas lucrando con nuestra Tierra y los niños de nuestra patria se mueren por friaje, hambre, desnutrición, abandono, enfermedades, desidia, indolencia, maltrato... Es de una vileza e infamia despreciable. Somos títeres trágicos de nuestra falta de carácter.

De un país con memoria solo para el fútbol, qué puede esperarse. ¿Acaso no es una paradoja patética, triste, absurda, vergonzosa, permitir que Chile, luego de vejar y depredar por años Lima y sus habitantes, tras vencernos en la Guerra del Pacífico, sea considerado el mejor candidato para volver a conquistarla, a saquearla, a vejarla, en el siglo XXI, y que los peruanos lo permitan? Deplorable, indignante, vergonzoso. La venta de mercados Wong es una mofa para los peruanos; una morisqueta de antiguos patriotas convertidos en miserables oportunistas coludidos con el enemigo para satisfacer aspiraciones materiales. Pero no me malinterprete, la xenofobia no es un defecto que padezco; más bien, disfruto mucho de conversar, involucrarme, ayudar de distintas maneras a turistas del mundo y sin embargo, hay aspectos de nuestra Historia que no puedo olvidar ni el Estado no considerar cuando se toman decisiones que afectan la Dignidad de nuestra Nación. Es una tragedia no valorar ni proteger la vida de nuestros compatriotas más vulnerables y es vergonzoso estar más concentrados en otorgar las condiciones propicias para que sigan robando nuestro país a zarpazos, de manera indigna y vergonzosa.

Me apena y me llena de ira también el sacrificio de Miguel Grau, Francisco Bolognesi, Leoncio Prado, Alfonso Ugarte, Los Cabitos... ¡Qué desperdicio! Personas extraordinarias que concedieron lo mejor de sí, que sacrificaron sus vidas para concedernos un legado de honra y orgullo peruano, olvidadas en la mesa de negociaciones. ¿Entonces qué es lo que cuenta cuando se toma decisiones individuales o de Estado? ¿Acoplarse vilmente a un sistema de repartija donde el billete en cuentas del Caribe es el estímulo principal, donde la carne no es para nuestra patria, mucho menos para quienes le dedican mucho esfuerzo desde al alba, cosechando la tierra, trabajando la fábrica, sirviendo la empresa, los Alí Babá peruanos, con la diferencia que ninguno tiene posibilidad de vencer a los ladrones, que son más de cuarenta y siempre les dejarán más que el hueso al socio principal: Perú? Me disgusta esta manera disfuncional del estado peruano, que, lamentablemente, ha aprendido lo peor de los sistemas modernos y democráticos del mundo, no lo mejor, y hace lo indecible para perder, no para ganar. El Estado decide ser esclavo de su mediocridad. Probablemente no sabe cómo, dicen algunos y yo refuto: debiera ser más fácil si otros ya lo han logrado. ¡Claro que lo es! Pero hay que ser humilde para conquistar grandeza. Es simple, pero el Estado Peruano, los Poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, y principalmente el Poder Económico y el llamado Cuarto Poder (cierta prensa escrita, y la mayoría de medios de comunicación de Radio y TV), prefieren seguir en la mediocridad, mirando al mundo civilizado con envidia y crítica pero haciendo lo indecible para distanciarnos de convertirnos en primer mundo, como auspiciar programas de TV que destruyen conceptos del significado de familia y valores alturados, llenando los hogares de mentiras, truculencias, manipulando la ignorancia.

Parece patológico: nos encanta martirizarnos, maltratarnos, aborrecernos, envidiarnos, obstaculizarnos... Somos nuestro peor enemigo, el más constante y arrasador. ¿Será un asunto genético-sociocultural irreversible? Espero que no. ¿Acaso psicológico? Incómoda sensación de preferir sentirse extranjero para disfrutar sin remordimiento la propia tierra. Demasiado valiosa para nosotros, y como no la merecemos, saboteamos constantemente todo aquello que pudiera ayudar a construir un mejor país. Waterloo de Sigmund Freud. Nos hemos forjado en la incapacidad de abrazarnos a nuestra tierra, de manera natural, como el hijo a su madre. La sensación que tengo cuando hablo con personas de distinta condición económica y social es que los peruanos -inculcados o condicionados por los medios de comunicación- no se sienten merecedores de tanta tierra fecunda, misteriosa, salvaje, encantadora... y por eso fugan o sueñan en escapar a lugares maravillosos donde -tienen la esperanza al menos- encontrarán reciprocidad sus esfuerzos.

Muy cierto y aunque es muy duro cuando uno viaja en condiciones de paria, la recompensa de estar rodeado de modernidad y sensatez ya es un paliativo para el dolor. Lo sé por experiencia personal. A finales de los ochenta tuve que alejarme de mi tierra y ahora, gracias a mucho esfuerzo, constancia, sacrificio, me es sumamente fácil disfrutar de ella con absoluta Libertad, tanto como de todos los territorios que me puedan parecer estimulantes en el mundo y así subirme a un avión, primera clase, lejos de la doméstica, no preocupado por si me arrugan el Giorgio Armani, sino que detesto escuchar comentarios trillados o que un tonto -que cree ser muy simpático porque tiene la lengua suelta de trago- intente contarme lo ultimito de la farándula limeña, la más ordinaria y huachafa, la más patética, Tongo y la Paisana Jacinta se casan, y ya no para escapar de la hecatombe sino para ir a disfrutar vida sin tanta necedad en cualquier parte del mundo. Pero la última vez consideré volver a radicar en el extranjero, olvidarme de cuánto amo a mi patria, empezar una nueva vida. Tenía la decisión. Nueva York era el destino. Espléndida manifestación del espíritu humano en su nivel más alto de excelencia: Arte, Música, Cultura, Museos, Teatros, Galerías, Parques... por doquier, en una multicultural, intensa e iconoclasta ciudad.

El plan estaba diseñado y dinero ya no es un inconveniente como antes. Parece un tango de Carlitos Gardel: adiós muchachos y muchachas compañeros de mi vida, barrios queridos de aquellos tiempos y que tendré que acostumbrarme a guardar en el corazón... agitado, últimos compases del alma, admirando el entorno limeño, parado en el malecón de Magdalena del Mar, por la conocida Pera del Amor, cerca por donde vivo, observando desde el acantilado el amplio océano, cerré los ojos, abrí los sentidos y tuve una visión, una extraordinaria, clarísima, que me embargó de gozo, retorné a casa y decidí esconder mi pasaporte y el de Madre Wilma y de mi hermano Rodrigo, porque la visión recobró la esperanza de que aún podemos recuperar nuestra nación, una para todos los peruanos, siempre que tomemos algunas decisiones sensatas. Por supuesto que podemos levantar la idiosincrasia del peruano a un lugar de Honor y no de Horror, de Dignidad, no de Vergüenza, de Amor por el prójimo y no de intransigentes odios históricos, producto de la desinformación o comprensión equívoca. Tiene que pasar. Tenemos que lograrlo. De lo contrario, volveré a despegar hacia un mundo menos bárbaro y optar por una salida más fácil, como dicen algunos. ¿Fácil? Olvidarme de mi país y observar su fracaso sociocultural a la distancia, una especie de vouyerismo pernicioso pero saludable para quienes no somos parte del deterioro, no es nada fácil, se lo aseguro. Estar lejos de lo que uno más ama es un drama y no quiero volver a vivirlo, al menos que no tenga salida.

Para terminar, nuevamente mis más sinceras Felicitaciones, alcaldesa Susana Villarán, extendiendo las mismas a sus asesores por intentar satisfactoriamente sustraer a Lima de la barbarie y mediocridad en que se ha sumergido por décadas. El Festival de Artes Escénicas de Lima simplemente es lo mejor que le puede suceder a nuestra ciudad, que languidece en ignominia, banalidad, necedad, e ignorancia. Ahora el reto es encontrar la fórmula para prolongar la efervescencia cultural el resto del año, y por doquier. Para eso necesitamos un Estado comprometido con la evolución sociocultural y el nuestro no destaca por ello, lamentablemente -salvo esporádicas muestras de excelencia como el extraordinario espectáculo de música y danza folclórica que aprecié con Madre, el sábado en la noche, en el patio del Palacio de Gobierno- pues no termina de entender que la única salvación que tenemos como sociedad -incapacitada de desarrollarse de manera coherente y civilizada- atrapada en la necia inercia existencial, aspire a evolucionar intelectualmente y modernizarse, es intensificar la promoción, difusión y apoyo de las Artes y Cultura en general.

Imagínese que eso suceda, que el presidente Ollanta Humala, su esposa Nadine, hombre y mujeres de confianza del régimen, decidan apoyar las Artes y la Cultura. Con un panorama así, el cielo es el límite. Un compromiso de esa índole sería un paso gigante hacia adelante, uno que uniría a casi treinta millones de compatriotas. Un pueblo que no entiende su riqueza cultural está en conflicto constante con su pasado, frustrado con su presente, a la deriva con su futuro. Aquel pueblo que está incapacitado de entenderse, nunca podrá surgir de manera civilizada porque desconoce cuáles son los "defectos" de la mente y del espíritu que lo afligen y lo impulsan a actuar con tanta incoherencia y necedad improductiva. ¿Cómo podrían confrontar su pésimos hábitos si ni siquiera entienden las causas?

El Perú y los peruanos tenemos una oportunidad para resolver nuestros conflictos y fijar rumbo hacia un horizonte prometedor, siempre libres, siempre unidos. No es tan complicado cuando se tiene ubicado y claro el problema: solo queda usar nuestros mejores recursos o aquellos que, de una manera práctica y creativa, nos sirva para resolverlo. Pienso que, con decisión, esfuerzo, constancia, y mucho cariño, priorizando todo aquello que nos une, no que nos confronta, divide y doblega, sin mantenernos cínicos, inertes o pusilánimes hacia esta debacle, podríamos cambiar nuestro destino de desastre sociocultural, les iba explicando a madre Wilma, sentada en su silla-cross (silla de ruedas acondicionada por mi artesanal taller personal para que resista prolongadas odiseas cotidianas), y hermano Rodrigo (Ing. Mecánico, agotado de cargar 150 kg, pero lúcido, recitando a José Santos Chocano, impresionante, pues sigue reponiéndose aún de haber estado meses en coma), mientras avanzábamos por la Alameda de Chabuca -bastante derruida- que parecía vigorizarse de lo que escuchaba, como nosotros de lo que veíamos y leíamos luego, cuando llegamos a la antigua estación de Desamparados para deleitarnos con el universo Literatura y un café al costado de los rieles y ojalá llegue el tren y encontremos dentro paisanos felices, choclo con queso, antes de proseguir hacia el Jirón de la Unión, rumbo al Museo de Arte, para experimentar Danza, "Preparatio Mortis", con la estupenda Anabelle Chambon, belga iconoclasta, que intensificó minutos de oscuridad, hasta que la explosiva rutina de la bailarina dejó atónitos todos.

Luego, pasada la convulsión de aquella intensa experiencia artística, seguimos nuestro peregrinaje y yo continuaba explicándoles la visión que había tenido, incluso a papá Rodrigo, el que más me escucha desde que murió cuando yo tenía ocho años, ya por la Av. Arequipa, que nos ampara con recuerdos de Madre y Padre, jóvenes y enamorados a primera vista, cuadra 24, árboles frondosos, testigos de antaño, aún protegen dónde conocieron el Amor, donde Wilma caminó por encima de de la capa de su cadete para no humedecer pies delicados y porque así es el amor y así somos los peruanos, principalmente los románticos, les dije pero ellos ya tenían hambre y sed, suficiente, Jorge, más de 7 kilómetros de caminata por doquier, como colonos, ¿acaso somos la Familia Ingalls?, dijo madre, agotada, mencionando su serie favorita y la mía, pero luego de doce horas de exposición-conversación, estuvieron de acuerdo en que era posible y que si queremos podemos lograr que Lima sea la envidia del Mundo y no la cloaca de un puñado de miserables y lo único que tenemos que hacer es... ¡carambas!, ya pasé las 6 AM, me anuncian pajarillos festivos y hambrientos, tengo que ir a caminar mi ciudad para participar de un evento mágico que nadie podrá quitarme jamás, ¡ah, sublime paso de la noche al día!, escuchar susurros del mar, luego descubrirlo, inmenso, lleno de esperanzas, por el malecón y preparar, mentalmente primero, la próxima carta, intentaré una más profunda y como soy una persona considerada, le advierto, estimada y admirada alcaldesa Susana Villarán, que la próxima no será un "escrito escueto" como el presente, demandará todo el rigor de mi creatividad, porque amo a mi patria y a mis paisanos y tengo que explayarme antes de que el sentido común imponga cordura y nos suba al avión, a mi familia en pleno, pasada la Navidad, para alejarnos por siempre.

Aprovecho para desearle a usted y a todos los peruanos, una Feliz Navidad, un gran Año Nuevo y, sobre todo, paz, unión, consideración, respeto, cariño... entre peruanos.

Atentamente,

Jorge García Bustamante

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