Una saludable experiencia cinematográfica es integral
Lima
16 de noviembre de 2013
Amigos Centro Cultural PUCP:
Ayer
fui a disfrutar de la estimulante atmósfera del Centro Cultural,
luego de un prolongado tiempo de ausencia, y pude apreciar
-intentarlo al menos- una interesante película: Oslo. El cine
independiente suele refrescar tendencias poco saludables de un cine
demasiado comercial en la cartelera. Los felicito por ello.
Me
sorprendió -sensación intermitente que tuve durante la proyección
y luego cuando saboreaba un café- que el esfuerzo de su institución
de brindar excelencia en diversas áreas culturales y educativas aún
no se refleje en la comodidad de la sala.
Ustedes
saben que tienen las butacas de cine más incómodas de Lima, unas
que terminan convirtiéndose en potros de tortura, sobre todo cuando
la trama decae por una narración inadecuada, puesta en escena
fallida, por la fragilidad de ciertas actuaciones... ¿Acaso nadie
les ha comentado que es imposible disfrutar de una película, teatro,
danza, espectáculo..., si no se cuenta con unas butacas civilizadas,
acolchadas, de diseño y dimensión para adultos, no solo para niños
o pigmeos?
Yo he tenido una buena relación con el cine desde la infancia y aprecio buenos films todos los días, desde la comodidad de mi casa o en diversas salas modernas de la ciudad. Pero ayer tarde, al salir de la sala de proyección del Centro Cultural PUCP, no deseaba comentar sobre la película ni rememorar tiempos de horror del IRA y necedad inglesa. Me embargaba una sensación desagradable: desilusión. No solo porque aún predominaban molestias del cuerpo, sino que deploro ese constante maltrato y desconsideración con el prójimo en nuestra sociedad.
Ahora
me siento defraudado conmigo mismo por colocarme -incluida mi
familia- en una situación de absoluto malestar por una película que
podría verla en otra sala o en la comodidad de casa. Pero como
quería compartir la experiencia C.C. PUCP con mi familia, fui con la
esperanza que se hubiera modificado las butacas o que mi cuerpo sea
más tolerante. Lamentablemente fue ingrata la aventura e
imposibilitó quedarnos para ver otra función, la motivación
inicial; solo disfrutamos de un agradable ambiente para chocolate y
café..., antes de ir a buscar las aspirinas
Una
buena película no es suficiente para disfrutar la magia del
celuloide; si no es integral la experiencia, falla rotundamente en su
cometido de emocionarnos, conmovernos, entretenernos, ilustrarnos....
Me
sorprende que una institución seria y vanguardista permita el abuso,
pues las condiciones en que se aprecie una película u otro
espectáculo en sus salas son aspectos que no pueden desligarse de su
responsabilidad de ofrecer un servicio digno a su incondicional
público, tanto como a la esporádica comunidad.
Pregunto
cuál es la razón de mantener sus butacas de tortura: ¿nostalgia de
duras carpetas escolares, flagelo masoquista histórico, prueba de
carácter, incrementar penitencia, altruismo quiropráctico,
superstición, butacismo...?
(Butacismo aún no es vocablo asimilado por la RAE pero podemos
empezar a aplicarlo para definir procesos inflamatorios o
alteraciones psicológicas derivados de usar inadecuadas butacas de
cine.)
Aparentemente
la razón no es falta de dinero, porque tengo informes precisos del
presupuesto que manejan y/o al que pudieran tener acceso. Pero caso
lo fuera y estoy equivocado como mis informantes de gran nariz y el
Centro Cultural está quebrado, sin recursos tangibles, entonces
deben ser pragmáticos y crear los fondos, con imaginación. O
solicitar ayuda. Y en ningún caso frenar el impulso u obstaculizar
el proceso por orgullo improductivo.
Estoy
seguro que muchas empresas, instituciones, embajadas, organismos
internacionales, personas..., estarían encantados y honrados de
donar unas butacas cómodas, acordes al nivel y prestigio de su
institución. Pidan, que quizá el cielo y algunas infernales cuentas
bancarias confluyan.
Pero
si la mezquindad de espíritu y/o taras burocráticas impiden el
apoyo a la cultura de forma práctica, entonces hagamos una colecta
pública, o una kermés, o una pollada, lo que sea necesario, sin
prejuicios ni complejos pero sin perder el buen gusto.
Miren,
si cursan una invitación a todos los que hemos participado del
Centro Cultural PUCP, me coloco a la cabeza de la donación: estoy
dispuesto a pagar por mi butaca, por una civilizada, dimensión
occidental, acolchada (esponja, ninguna necesitad de plumas), incluso
feliz de compartirla con cuerpos tonificados o desvalidos de
compatriotas y extranjeros, sin discriminación de credo, ideología,
clase social, raza, edades, opción sexual, gustos culinarios,
preferencias cinematográficas...
Amigos
Centro Cultural del PUCP, ustedes y nosotros merecemos sentarnos
donde nos permita concentrarnos en la experiencia cinematográfica y
no en músculos adoloridos de la espalda y/o nalgas agarrotadas
gracias a butacas obsoletas y desconsideradas.
Atentamente,
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