lunes, 2 de diciembre de 2013

Una saludable experiencia cinematográfica es integral

Lima 16 de noviembre de 2013

Amigos Centro Cultural PUCP:



Ayer fui a disfrutar de la estimulante atmósfera del Centro Cultural, luego de un prolongado tiempo de ausencia, y pude apreciar -intentarlo al menos- una interesante película: Oslo. El cine independiente suele refrescar tendencias poco saludables de un cine demasiado comercial en la cartelera. Los felicito por ello.

Me sorprendió -sensación intermitente que tuve durante la proyección y luego cuando saboreaba un café- que el esfuerzo de su institución de brindar excelencia en diversas áreas culturales y educativas aún no se refleje en la comodidad de la sala.

Ustedes saben que tienen las butacas de cine más incómodas de Lima, unas que terminan convirtiéndose en potros de tortura, sobre todo cuando la trama decae por una narración inadecuada, puesta en escena fallida, por la fragilidad de ciertas actuaciones... ¿Acaso nadie les ha comentado que es imposible disfrutar de una película, teatro, danza, espectáculo..., si no se cuenta con unas butacas civilizadas, acolchadas, de diseño y dimensión para adultos, no solo para niños o pigmeos?


Yo he tenido una buena relación con el cine desde la infancia y aprecio buenos films todos los días, desde la comodidad de mi casa o en diversas salas modernas de la ciudad. Pero ayer tarde, al salir de la sala de proyección del Centro Cultural PUCP, no deseaba comentar sobre la película ni rememorar tiempos de horror del IRA y necedad inglesa. Me embargaba una sensación desagradable: desilusión. No solo porque aún predominaban molestias del cuerpo, sino que deploro ese constante maltrato y desconsideración con el prójimo en nuestra sociedad.

Ahora me siento defraudado conmigo mismo por colocarme -incluida mi familia- en una situación de absoluto malestar por una película que podría verla en otra sala o en la comodidad de casa. Pero como quería compartir la experiencia C.C. PUCP con mi familia, fui con la esperanza que se hubiera modificado las butacas o que mi cuerpo sea más tolerante. Lamentablemente fue ingrata la aventura e imposibilitó quedarnos para ver otra función, la motivación inicial; solo disfrutamos de un agradable ambiente para chocolate y café..., antes de ir a buscar las aspirinas

Una buena película no es suficiente para disfrutar la magia del celuloide; si no es integral la experiencia, falla rotundamente en su cometido de emocionarnos, conmovernos, entretenernos, ilustrarnos....

Me sorprende que una institución seria y vanguardista permita el abuso, pues las condiciones en que se aprecie una película u otro espectáculo en sus salas son aspectos que no pueden desligarse de su responsabilidad de ofrecer un servicio digno a su incondicional público, tanto como a la esporádica comunidad.

Pregunto cuál es la razón de mantener sus butacas de tortura: ¿nostalgia de duras carpetas escolares, flagelo masoquista histórico, prueba de carácter, incrementar penitencia, altruismo quiropráctico, superstición, butacismo...? (Butacismo aún no es vocablo asimilado por la RAE pero podemos empezar a aplicarlo para definir procesos inflamatorios o alteraciones psicológicas derivados de usar inadecuadas butacas de cine.)

Aparentemente la razón no es falta de dinero, porque tengo informes precisos del presupuesto que manejan y/o al que pudieran tener acceso. Pero caso lo fuera y estoy equivocado como mis informantes de gran nariz y el Centro Cultural está quebrado, sin recursos tangibles, entonces deben ser pragmáticos y crear los fondos, con imaginación. O solicitar ayuda. Y en ningún caso frenar el impulso u obstaculizar el proceso por orgullo improductivo.

Estoy seguro que muchas empresas, instituciones, embajadas, organismos internacionales, personas..., estarían encantados y honrados de donar unas butacas cómodas, acordes al nivel y prestigio de su institución. Pidan, que quizá el cielo y algunas infernales cuentas bancarias confluyan.

Pero si la mezquindad de espíritu y/o taras burocráticas impiden el apoyo a la cultura de forma práctica, entonces hagamos una colecta pública, o una kermés, o una pollada, lo que sea necesario, sin prejuicios ni complejos pero sin perder el buen gusto.

Miren, si cursan una invitación a todos los que hemos participado del Centro Cultural PUCP, me coloco a la cabeza de la donación: estoy dispuesto a pagar por mi butaca, por una civilizada, dimensión occidental, acolchada (esponja, ninguna necesitad de plumas), incluso feliz de compartirla con cuerpos tonificados o desvalidos de compatriotas y extranjeros, sin discriminación de credo, ideología, clase social, raza, edades, opción sexual, gustos culinarios, preferencias cinematográficas...

Amigos Centro Cultural del PUCP, ustedes y nosotros merecemos sentarnos donde nos permita concentrarnos en la experiencia cinematográfica y no en músculos adoloridos de la espalda y/o nalgas agarrotadas gracias a butacas obsoletas y desconsideradas.

Atentamente,

Jorge García Bustamante

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