viernes, 30 de septiembre de 2011

El ruiseñor tiene insomnio

El ruiseñor seguía trinando la mágica melodía del arco iris cuando desperté volando alto, suspendido en una pluma infatigable y agradecida, comprobando que, aun después de millones de años, el Universo, magnánimo, me mantenía como una especie más de las que tienen la golloría de existir, provisto aún de veinte dedos, una nariz, dos orejas, una boca, piernas, brazos, un pirulí modesto pero acogedor, y el resto en perfectas condiciones, reflexioné en un susurro cuando ya sentía sus labios buscándome. Pero como yo seguía abstraído en contemplaciones, el amanecer que irradiaba su rostro, me dijo: "Amor, eres lindo, pero solo si tu imagen es admirada por la locura del espejo o por mujeres miopes. O de noble corazón, como yo". Rescatado de la incertidumbre, reímos antes de enlazarnos en esta melodía de amor que acoge la dicha de sentir un nuevo día de vida; mucho más ahora que ya no soy un miserable plebeyo desafortunado hasta en el amor sino un misterioso conde con una fortuna más amorosa que la más apetecible e impetuosa de mis amantes.

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