Angina de pecho crónica por amores imposibles agudizada por un tesoro perdido
En uno de mis regresos por Lima, usando una vieja vestimenta de clase media dilapidada, fui a visitar a un antiguo amigo, el gran DJ Becheto, con ánimo de disfrutar música y recuerdos de juventud. Teníamos un plan y no desistimos hasta culminarlo con respetuosa prolijidad, aunque nos tomó cinco horas terminar la jornada musical embriagada de alegre y triste nostalgia, al compás de acordes y melodías que suelen recobrar rostros, lugares, situaciones, anhelos, triunfos, fracasos…
Entonces decidí que era hora de partir y poner a buen recaudo las joyas acumuladas. Ambos nos consideramos poseedores de un pulido criterio musical y sabíamos que la sensibilidad puesta en el trabajo y el esfuerzo compartido que demandó recopilar 150 canciones para grabar un CD con las mejores melodías roqueras de los sesenta y setenta, era un tesoro invaluable; más si él, por descuido, cansancio o tendencia natural al sistema capitalista y su necia obsesión de incrementar valía comercial en un producto aunque sea de intrínseco beneficio espiritual, no había guardado la información del trabajo en el disco duro de su vieja PC ni en el de su recién adquirida laptop, y tampoco había quemado una copia de protección.